¿QUIÉN NO HA DESEADO ALGUNA VEZ SER INVISIBLE?

A mi hermano mayor que en vez de defenderme se reía de mi con el resto de chicos del cole 

a mis padres que nunca me preguntaron qué tal el día 

a todas esas personas que cuando me veían llorar apartaban la mirada para no preguntar 

a los que me decían “que tonterías dices”, “llorar es de débiles” 

a los que me llamaban marica sin conocerme 

a la profesora que hizo recuento en el autobús y se fue sin mi  

a la frase “uy, no te había visto”.

 

 

Me disteis mi superpoder de invisibilidad, y después de mucho tiempo he decidido que ya no quiero seguir teniéndolo.  

 

Todo empezó un día de cole como otro cualquiera, voy a clase con ganas de estar con mis amigos, pero ese día mis amigos no querían jugar conmigo… Así pasaron los días, cada vez me costaba más ir a clase, me sentía solo y triste. En casa me decían que eran cosas de niños y así poco a poco mi voz se fue apagando.  

 

No sé muy bien que fue antes, si dejar de hablar, o que dejaran de preguntar, pero con el tiempo fui haciéndome con el super poder, aprendí que así las cosas duelen menos, así no hay broncas, discusiones, críticas… así me sentía seguro.  

 

El problema es que nunca he llegado a controlar bien ese superpoder, cuando tenía más ganas de ser invisible era cuando la gente se fijaba más en mí y cuando quería dejar de serlo mi voz dejaba de sonar y mi cuerpo empezaba a desaparecer.  

 

Ha llegado un momento que el superpoder se ha vuelto tan fuerte que ni yo soy capaz de verme ni de escucharme, me he vuelto invisible para el resto y para mí también. 

 

Hasta que conocí a Gabriel, el sí que me puede ver, y parece que le gusta lo que ve; con él no funciona mi super poder. Me invitó a “el club de los invisibles” donde había gente como yo. Estaba deseando ir para conocer a toda esa gente.  

No sabía muy bien como sería aquello, pero fui con ganas y algo de miedo a la reunión.  

Había gente de todas las edades: gente que había adquirido el super poder de pequeños y otros muchos hace poco. Algunos usaban el super poder solo en el trabajo o en casa y otros en todas partes.  Pero ahí todo el mundo era bien recibido.  

 

Algunos nos llaman los diferentes, los raritos, los incomprendidos, los que destacan, los listos, los tontos, etc. pero a nosotros nos gusta llamarnos los invisibles, porque así es como nos sentimos.  

 

Nos reunimos cada martes, dejamos nuestro super poder en la puerta y empezamos a contar nuestras batallitas. 

 

Pero llegó un día que se me olvido coger mi super poder a la salida.  Me sentía raro, la gente me saludaba, me sonreía. entonces me di cuenta y fui corriendo al club para recuperarlo, pero estaba cerrado. Había un cartel enorme que ponía cerrado por vacaciones. Entré en pánico, no sabía que hacer, me encerré durante días en casa, hasta que no tuve más remedio que salir. Empecé a escucharme, me miraba en el espejo extrañado, al principio me costó reconocerme, escuchar mi voz… Cogi fuerzas y sali a la calle. Llame a mis amigos y quede con ellos. Me resultaba raro intervenir en la conversación, pero me salía solo.  

Empecé a sentir, sentía alegría, me divertía y me reía con ellos. ¡A veces también sentía vergüenza cuando metía la pata, pero me sentía más vivo que nunca más yo que nunca! 

 

Y así poco a poco aprendí a sentir, a sentir paz, alegría, tristeza, aprendí hasta a sentir dolor y no huir de él. Aprendí a vivir conmigo, a escucharme y a quererme. Y os diré una cosa no hay nada mejor que la sensación de estar vivo de sentir ese cosquilleo en la tripa al hablar en público, de llorar de la risa, de ponerte rojo cuando hablas con la persona que te gusta. Todo eso es maravilloso y yo no era capaz de verlo.  

 

Acepte que todos somos diferentes pero que eso no quiere decir que seamos mejores ni peores y que esa variedad nos enriquece. 

 

Poco a poco me fui dando cuenta que no eran todas esas personas quienes me habían dado ese super poder sino el miedo: miedo a la crítica, a que no me quieran, a que me abandonen; miedo a esas caras de indiferencia, de desprecio. miedo a no saber contestar, Miedo al enfrentamiento, Miedo al qué dirán, Miedo a ser juzgado, Miedo a que vean como soy realmente, a ver mis imperfecciones, a enseñar mis heridas, miedo a ser débil, miedo a mirarme y no gustarme, miedo a no ser quien quiero ser. Miedo a que me quieran y no valer, Miedo a mi futuro… 

 

 

A todos los invisibles os digo es hora de gritar alto, de dejar de escondernos, ¡de decir lo que pensamos! ya está bien de dejarnos de lado, de no priorizarnos. Tenemos muy buenas ideas que regalar al mundo, tenemos mucho que contar, ¡¡¡¡mucho que decir y mucho amor que dar!!!! 

 

Os deseo lo mejor en este camino de dejar el super poder atrás, vuestro amigo el EXinvisible.  

 

 

 

 

Compartir:

Entradas recientes