CUANDO EL CONTROL SE CONVIERTE EN PROBLEMA

Cada vez, con más frecuencia, gestionar la incertidumbre se convierte en una situación complicada, ¿verdad?

En mi trabajo diario, me encuentro con muchas personas que no se sienten cómodas con lo desconocido, con lo que está por llegar, lo que se escapa de sus manos. Hay una tendencia a centrar gran parte de nuestra atención en cosas que no dependen de uno mismo, en las opiniones de los demás, en todo lo que está fuera de nuestro alcance, y como resultado, nos sentimos ansiosos, frustrados, inseguros y con miedo al fracaso: ahí es donde radica el principal problema. Pero aquí tenemos nuestro primer punto de partida.

¡Cambiar nuestro foco!

Todo esto que acabo de mencionar no solo nos genera sensaciones de incomodidad y de mucho malestar, sino que también puede llevarnos a desconectar de nosotros mismos. ¿Alguna vez te has visto actuando para complacer a los demás o haciendo todo lo posible con tal de evitar un conflicto, en lugar de priorizar tus deseos y necesidades? Si te identificas con esto, observa cómo cada vez que actúas por presiones externas, te alejas más de ti mismo y actúas tratando de controlar lo incontrolable: ¿qué pensará /qué dirá el otro?, ¿cómo reaccionará aquella persona? Y así es como terminamos sintiéndonos insatisfechos, frustrados y enfadados con nosotros mismos.

 ¿Por qué el ser humano actúa así si no tiene un control absoluto de las cosas?

Se podría decir que radica en una falsa sensación de control. Quizás, en alguna ocasión te has reprimido para evitar un conflicto, y casualmente, las cosas han salido como querías. Entonces, tu mente cree que siempre puedes controlarlo todo y actúa en consecuencia. Sin embargo, seguro que también has tenido momentos en los que, a pesar de ceder ante las expectativas externas, te has sentido disgustado y con ganas de expresarte y pedir lo que realmente querías. Acostumbrarse a vivir así puede ser realmente desesperante.

¿Cuál es la solución?

Centrar la atención en todo lo que sí está en nuestras manos. Antes de tomar decisiones o hablar, tómate un momento para pensar: ¿qué pienso sobre este tema?, ¿qué siento?, ¿qué quiero hacer? Te animo a que lo pruebes con pequeñas situaciones del día a día, como decidir qué ropa ponerte o qué comer. Evita los “me da igual”, “lo que prefieras” o “como tú quieras”. En lugar de ello, conecta con lo que tú sientes y deseas. Ahora bien, una vez que has conectado con tus pensamientos y necesidades, puede que surja la dificultad de actuar y expresarlo abiertamente. En ese caso, recuerda esta frase:

“¡ACTÚA Y CUANDO PASE YA VERÉ CÓMO LO GESTIONO!”

En otras palabras…

Si deseas expresar tus necesidades haciéndolo de manera asertiva y la otra persona se enfada, no te preocupes. Podrás abordar esa situación más adelante, preguntándole qué le ha molestado o qué ha causado su reacción. Lo importante es que actúes acorde a tus creencias y necesidades.

En la relación con nuestros iguales, cuando uno no está de acuerdo con algo o no desea hacer algo, debería ser capaz de expresarlo, pedir ayuda o decir simplemente que no le agrada. Si no lo hace, no es tu responsabilidad. Tu responsabilidad es actuar de manera respetuosa, sin imponer ni gritar, pero no es tu deber complacer siempre o estar siempre disponible para los demás.

En definitiva, intentar controlar lo que está fuera de tu alcance es imposible y solo te generará angustia y frustración. Conecta con lo que está en tu mano, y con lo que sí te puedes ocupar. Y recuerda que, en las relaciones entre adultos, cada uno debe asumir su responsabilidad y expresar lo que necesita. Si la otra persona no lo hace, no tienes que cargar con esa responsabilidad. ¡Enfócate en ti y lo demás… ya lo gestionaremos!

Si necesitas ayuda para gestionar las situaciones de tu día a día, no dudes en ponerte en contacto; desde Psicontigo estamos encantadas de poder ayudarte.

 

Compartir:

Entradas recientes