¿POR QUÉ LA INTELIGENCIA EMOCIONAL ES PARA INTELIGENTES?

Una de las demandas que más predominan en consulta es la gestión emocional o dicho de otra forma cómo mejorar la inteligencia emocional. Y yo me pregunto: ¿sabes antes de nada identificar y expresar tus propias emociones?. Primero tenemos que aprender a conocer qué sentimos y necesitamos para poder gestionarlo.

Constantemente nos preocupa que nos vaya bien, ser capaces de lograr todo lo que nos proponemos, y ser lo suficientemente inteligentes para lograr el éxito en la vida. Pero, ¿y qué pasa con la inteligencia emocional? ¿Acaso saber cómo me siento y qué necesito o necesitan los demás no me hace triunfar?.  Las emociones siempre están presentes en nosotros y no tenemos control sobre ellas, entonces ¿no resulta fundamental conocerlas?. Es decir, conocernos.  

¿Qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional podría definirse como la capacidad de identificar, expresar y gestionar nuestras propias emociones, de tal manera que me ayude a enfrentarme a situaciones cotidianas, comunicarme eficazmente, empatizar con los demás y lidiar con los conflictos. En resumen, la capacidad de vivir. En la vida siempre nos vamos a encontrar con distintos estresores (situaciones, personas, eventos estresantes…) a los que tendremos que saber hacer frente siendo inteligentes, mejor dicho emocionalmente inteligentes.

Cualidades que aporta la inteligencia emocional.

Por eso las personas verdaderamente inteligentes, le dan la importancia que merece al mundo emocional. Este tipo de inteligencia nos permite ser exitosos, ya que implica tener cualidades que nos ayudan continuamente en el día a día:

Autoconciencia emocional:

conocimiento de nuestras emociones y cómo influyen en nosotros mismos. Es el primer paso para una buena gestión emocional, ya que identificar cómo nos sentimos nos ayuda a conocer qué esta pasando dentro de nosotros y prevenir posibles respuestas emocionales disfuncionales. Por ejemplo: detrás de un “no puedo más con mi pareja porque siempre queda con sus amigos los fines de semana”, realmente hay un “me entristece no ser su prioridad”.

Autorregulación:

conocer nuestras dinámicas emocionales (cómo siento y cómo voy a reaccionar frente a esta emoción) nos permite regular las emociones y evitar que nos desborden. Nos permite regularlas de tal manera que podamos relacionarnos con el entorno de una manera sana y no dejarnos llevar o desbordar por la emoción. Por ejemplo: Estoy muy nerviosa y aun así me presento al examen y no me quedo en casa para evitar suspender. Voy al examen con miedo a suspender y no dejo que mi emoción escoja por mi y me desborde.

Automotivación:

saber enfocar nuestras emociones hacia metas relevantes para nosotros mismos. Conectar con nuestro sentido de vida y con lo que para nosotros es importante. Obtener la motivación para ser capaces de guiar nuestra conducta hacia lo que es importante y no dejarnos gobernar por las emociones y que éstas decidan. Por ejemplo, dejar una relación en la que ya no me siento querido es muy difícil porque tengo que enfrentarme al malestar de estar solo. Por eso seguir con la relación de algún modo me tranquiliza ya que no tengo que exponerme al conflicto de dejarlo. A corto plazo, es más fácil continuar ya que evito exponerme al malestar. Sin embrago, a largo plazo, estoy fomentando mantener una relación que me hace daño y por tanto evitar sentirme liberado. Si mi agobio por dejar la relación decide por mi, continuaré en una relación dañina en la que no quiero estar. Si por el contrario aprendo a gestionar ese agobio, conseguiré dejarlo y podré cuidarme.

Empatía:

Capacidad de detectar e interpretar las señales que percibo en los demás acerca de lo que están sintiendo. Poder ponerme en los zapatos del otro es fundamental en la vida. Nos ayuda a establecer vínculos sanos y duraderos con las personas. Ejemplo: para tener una buena relación con mi jefe tengo que poder detectar lo que necesita y mostrarme empático para que podamos establecer una buena relación emocional. Si mi jefe me dice que me encargue de algo que no entra en mis competencias, sería bueno que detectase la verdadera razón por la cual me lo pide. De esta manera puedo entender que debo asumir ese trabajo aunque no me corresponda porque podría estar sobrepasado y necesitar mi ayuda. También podría significar que confía en mi ya que me está dando mas responsabilidad. Empatizar con él me ayuda a lidiar con el trabajo y sus exigencias.

Habilidades sociales:

Ser capaz de comunicarme con cualquier persona de mi entorno. Consiste en tener las herramientas conductuales  y emocionales necesarias para resolver con éxito cualquier situación social. Es decir, que tanto para la otra persona como para el contexto social en el que te encuentras sea aceptable. De esta manera puedo expresar mis sentimientos, deseos, necesidades, actitudes o derechos sin violar los de los demás y ajustándome a la situación de ellos. Gracias a las habilidades sociales podemos construir relaciones interpersonales sanas. Ejemplo: no saber respetar el espacio de los demás o no medir el leguaje no verbal con el otro.

Teniendo en cuenta lo importantes que son todos los puntos anteriores y en resumen, la inteligencia emocional, resulta imprescindible aprender a desarrollarla.

Es cierto que las emociones no entienden de género pero el famoso dicho “los hombres no lloran” ha hecho mucho daño ya que impide que, los hombres o las personas “duras” que no lloran, no puedan identificar ni expresar sus emociones. ¡Y que importante es esto! Cada emoción aparece para decirnos algo y debemos aprender a conocer cuál es este mensaje.  Detrás de una emoción siempre hay una necesidad no cubierta. Por eso desarrollar la inteligencia emocional no solo te hará más listo sino más fuerte. Mostrar la vulnerabilidad es de valientes porque implica identificar y expresar aspectos dolorosos pero al mismo tiempo te permite resolverlos.

En terapia aprendemos a ser emocionalmente más inteligentes para poder entender nuestra emociones y cómo nos hace sentir la vida. ¿Cómo lo conseguimos? Aprendiendo a perseguir las recompensas a largo plazo, a reconocer y externalizar las emociones, a valorar más todo lo que nos dice nuestra mente pero sin alarmarnos, a encajar socialmente y a dirigir nuestra conducta hacia lo que es importante para nosotros.  Un paciente me decía hoy en consulta: “que importe es desarrollar esta habilidad emocional. Ahora entiendo que los demás no ignoran los sentimientos de los otros por maldad sino que muchos no saben leer lo que necesitan”.

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