A la hora de trabajar en consulta la necesidad de poner límites, lo más común es que nos comentéis qué os genera miedo, os sentís egoístas, no os gustan las confrontaciones… Pero es muy necesario aprender a decir no, o a expresar el enfado en cualquier tipo de relación. De hecho, aunque os parezca mentira, lo que conseguimos es precisamente evitar llegar a un verdadero conflicto. Por un lado, fomentas una relación más fuerte, sincera y basada en el respeto. Y por otro, potencias tu asertividad, la seguridad en ti mismo y evitas mucho malestar.
Como os hemos explicado ya muchas veces, nuestra mente se pone siempre en la peor de las situaciones por pura supervivencia, por eso tenemos que aprender a interpretarla y gestionarla. En el caso de los límites, podemos tener miedo de ser malas personas, bordes o desagradables por expresar que algo nos hace daño, que no queremos hacer X cosa o a decir un rotundo “hasta aquí”. Pero al dejarnos llevar por ese miedo, lo que obtenemos a cambio es sufrimiento y malestar por el dolor que nos están produciendo los demás, por la sensación que nos deja el aguantarnos lo que de verdad pensamos, por no respetarnos a nosotros mismos o invalidarnos.
¿Qué son los límites?
Los límites son las barreras que quiere poner cada persona en una relación interpersonal. La manera en la que queremos que se nos trate y respete. Cada uno tiene los suyos en función de sus experiencias, personalidad, valores, educación, autoestima, creencias…
Transmiten información sobre lo que:
- Nos gusta: como trabajar en silencio, hablar por teléfono cuando no estés en un plan con más gente, irte de un plan a la hora que quieras y te venga bien…
- NO nos gusta: como que comenten sobre tu forma de vestir o tu aspecto físico, que le den chuches a tus hijos, que no se respeten las normas de tu casa…
- Aceptamos: que te pidan un favor, que te hagan saber que te ven poco y les gustaría que fuese más, que sean cariñosos contigo…
- NO aceptamos: que no te contesten por WhatsApp de manera sistemática, que sólo te propongan un plan cuando pones tu casa, que no respeten nuestro tiempo de descanso desde el trabajo…
Muchos sabemos la teoría sobre los beneficios y la necesidad de poner límites, pero ¿cuántas veces se traspasan y no lo expresamos? Al no hacerlo, no solo sufrimos por el límite traspasado en sí, también por no priorizarnos. Nos mandamos el mensaje de manera inconsciente de “da igual lo que te afecte, aguántate y no digas nada para no molestarle”, esto repercute directamente en nuestra autoestima, seguridad, amor propio y por supuesto, en nuestro bienestar.
Como comentábamos antes, marcar límites no es ser egoísta, todo lo contrario. Cuando dejo pasar por alto mis límites y me callo, me hago daño a mi mismo y la relación con el otro se verá afectada también. Pero si expresáramos nuestros limites, aprenderíamos a respetarnos tanto a nosotros mismos como los límites de los demás, las relaciones serían más sanas, satisfactorias y respetuosas.
¿Por qué me cuesta tanto poner límites?
- Por falta de autoconocimiento. Para poner límites debemos tener claro cuáles son los nuestros y así poder identificar si están siendo traspasados. Muy a menudo acudís a consulta porque os encontráis mal anímicamente, tenéis ansiedad, apatía… y no sabéis por qué y muchas veces a través del trabajo terapéutico identificamos falta de límites en distintas áreas de vuestra vida que están generando ese malestar.
- Por miedo. A ser egoístas, a que se enfaden con nosotros, nos dejen de querer, ser malas personas…
- Porque no sabemos cómo. Se ha aceptado que no poner límites es ser más agradable, más bueno, mejor cuidador o más cariñoso. Se trata de un concepto erróneo que nos lleva a sacar conclusiones distorsionadas que podemos trabajar. Y es que aceptar esto, ha supuesto que no tengamos herramientas sobre cómo y cuándo marcar esos límites.
¿Cómo marcar límites en las relaciones?
Poner límites es una habilidad que se puede aprender y trabajar.
- Conocer nuestros propios límites. Si no lo tenemos claro, nos puede ayudar escribir aquellas situaciones que nos están generando malestar. ¿Lo podríamos haber evitado? ¿Podría haberme puesto un límite a mi mismo para no desbordarme? ¿Cuáles serían? ¿Por qué creemos que no los hemos puesto?
- Aceptar y respetar los límites de los demás. Si respetamos a los demás y lo que nos piden, esas personas (por lo general) también te querrán respetar a ti.
- No evitar. A veces, evitamos las conversaciones, coger una llamada telefónica, responder a un mensaje… Pueden ser conversaciones incómodas, podemos obtener una reacción no deseada (o, todo lo contrario). Pero poniéndolo en una balanza, ¿te merece la pena el malestar que te está causando? Podemos incluso estar dañando aún más la relación. Debemos echarle valentía y atrevernos a tener esa conversación, siempre, con las herramientas adecuadas para poder hacerlo. Las primeras veces son las más difíciles pero una vez cojas soltura, será algo natural para ti.
- Expresar de forma adecuada. No juzgues la actuación de esa persona cuando vayas a expresar tu malestar hacia ella, (es posible que si lo hacemos se sienta atacada), habla desde tu propia emoción, ¿cómo te hace sentir que hayan hecho eso? Propón soluciones o alternativas para que no vuelva a ocurrir y haz partícipe a esa persona para que también proponga. Se trata de llegar a un punto común en el que estén a gusto ambas partes, remando en la misma dirección.
- Asertividad. Es la capacidad de defender nuestros derechos sin hacer daño a los demás. En otras palabras, poner límites sin descuidar la empatía. No tenemos control sobre cómo puede reaccionar el otro, pero si sobre la forma que vamos a tener de expresarnos.
- Decir no. Es decirte sí a ti. Es una habilidad esencial a la hora de establecer nuestros límites.
- Mantener ese límite. A veces nos cuesta por la culpabilidad que sentimos tras haber marcado el límite, pero si no lo mantenemos, no sirve de nada. En muchas ocasiones nos preguntáis “¿Y si nunca los respeta? ¿Y si se enfada y no me perdona?” y yo os pregunto, ¿te merece la pena una relación con alguien que no respete tus necesidades?
- Asume tu responsabilidad. En ocasiones culpamos a los demás de ser desconsiderados, de no tener tacto, de no preocuparse por nosotros… ¿Pero les hemos hecho saber lo que necesitamos? Los demás no son adivinos, no pueden saber que algo nos molesta o que les necesitamos si no se lo comunicamos; además si les hemos acostumbrado a decir siempre si, y que todo nos parezca bien, es normal que sigan actuando en consecuencia.
Poner límites cuando nunca lo hemos hecho no es ir en contra de nuestra personalidad (que también os lo escuchamos mucho en terapia), es respetarnos a nosotros mismos y marcar la manera en la que los demás también nos deben respetar. Si no lo haces tú, ¿lo va a hacer el resto?